FRANCINI Y CHARLOTTE




   Le juro por dios que no soy un presumido. Siempre mi vida ha estado rodeada de muchos amigos y aventuras. Soy ese tipo de chico que le cae bien a todo el mundo y por el cual las madres se pelearían por tener como yerno.  Tuve novias por montones en secundaria, sin que alguna hubiera salido lastimada, pues eran cosa de muchachos. Besos, abrazos, salidas al cine y un pellizco de vez en cuando.

     Ahora que he alcanzado la madurez, y me falta poco para mi promoción como licenciado en lengua extranjera, desearía conocer el mundo, por lo que he convencido a mis padres para conocer Europa.  Tanto he escuchado sobre el viejo continente, lleno de misterios, exuberancias y romance, que creo que sería el momento apropiado para ampliar mis horizontes. Así que voy a conseguir dinero suficiente, no tanta ropa pero si bastante preservativos para que el viaje sea lo más placentero.

     Mi mejor amigo Frank, ha confirmado ser mi compañero de viaje. Parecemos un tipo de pareja de amigos lo más disparejas. Él es descuidado, desordenado, imprudente y desprovisto de prejuicio, pero lo mejor que él tiene, es su buen humor y lealtad como compañero.  Considero que es un factor muy importante para cualquier viajero contar con alguien así ¿No?


     La noche la pase de maravillas esperando este momento.  Dos jóvenes apuestos, con mochila en la espalda, toda una vida de aventuras por delante, ahí en el aeropuerto, bajo la mirada y el escrutinio de todos a nuestro alrededor.  No se que podrían estar pensando de nosotros. Tal vez que nos veíamos ridículos porque no éramos extranjeros, vistiendo como foráneos, que en lugar de ir a pasear, parecía que íbamos para la guerra.  Frank, no dejaba de hacer ruido al masticar unas papitas que saco de su bolsa de provisiones.  Podía ser escuchado a kilómetros de distancia.  En nada mejoraba que le tuviera que decir que cerrara la boca e hiciera menos ruido.